He residido en Nicaragua y Guatemala el último año. La experiencia en general ha sido más que interesante, ha sido tremendamente estimuladora a varios niveles. Hoy ha sido tiempo de revisar sus elecciones presidenciales.
A la mayoría de latinoamericanos se nos ha negado la posibilidad de pensar en serio, en la unidad y continuidad de esta región. Antes encontramos las diferencias y en ellas preferimos perdemos. Las fronteras del conocimiento aun se corresponden con las geográficas y siguen siendo infranqueables. Por eso, no hace falta preguntar qué poco sabemos sobre estos dos países. Solo en época de elecciones o grandes tragedias es que los medios de comunicación nos recuerdan su existencia.
Nicaragua y el gran lago. De más extensión que el nuestro, pero menos popular. Se muestra un país muy cercano que se deja querer con facilidad. Quizás una de las razones principales sea su revolución sandinista. Una revolución que se fue desdibujando con el tiempo y de ese recuerdo sublime queda hoy un presente descompuesto. Con muchos disidentes en su partido, el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), y un solo caudillo Daniel Ortega; secundado por su primera dama y a la vez secretaria de comunicación Rosario Murillo, co-artífice de una campaña inconstitucional reeleccionista y para lavar cualquier duda, la iglesia santifica la reelección mediante su obispo Orlando Núñez. De esta manera las calles de Managua y el resto del país hace ya muchos meses adelantan su campaña con el lema principal “Nicaragua, Socialista Cristiana y Solidaria”. El proceso electoral de este último domingo ha estado precedido de irregularidades por parte del Gobierno, para empezar una sentencia de la Corte Constitucional, que declara la inaplicabilidad del artículo 147 de la Constitución que impide la reelección continua; estas y otras irregularidades han sido denunciadas por los observadores internacionales. Por su parte la oposición no ofrecía una opción distinta. La campaña del Partido Liberal Independiente que lidera Fabio Gadea, estuvo más centrada en denunciar los abusos del poder que en ofrecer mejoras para los ciudadanos. Por otro lado el ex presidente Arnoldo Alemán, hasta hace poco sentenciado a 20 años de cárcel por corrupción en su Gobierno y liberado en la práctica por el mismo Daniel Ortega, es un tercer candidato tachado por sus antecedentes. El FSLN es un partido que no necesitaría viciar sus propios comicios electorales, es un partido con mucho arraigo popular gracias a una derecha que cuando gobernó nunca se acordó del más de 42% de su población que vive en pobreza y claro está gracias a la ayuda financiera de Venezuela con lo que ha podido implementar varias programas sociales sin embargo ha optado por a cualquier costo retener el poder.
Guatemala el corazón Maya. Quien posee algunas cosas más en común, como esa diversidad étnica producto de un legado Maya, que nos hace enmudecer con todas sus expresiones culturales; es un país de encantamiento. Uno difícilmente puede trazar una relación directa entre la cordialidad de los guatemaltecos y su alta tasa de asesinatos diarios, solo superada por países en conflicto armado. Pero a esa reciente historia le precede una epidemia de cruentas dictaduras militares y una guerra civil 1960-1996 con saldo de 200,000 muertos y 45,000 desaparecidos. La pobreza sigue inmutable, más del 40%, de su población; una terrible desigualdad, la segunda en Latinoamérica; la impunidad que ha obligado al Estado a pedir la intervención de la Naciones Unidas a través de la Comisión Internacional Contra la Impunidad de Guatemala; la corrupción pan de cada día; el racismo que se siente en esa polarización de ladino- indígena; una inseguridad que crece cada vez más, ahora de la mano del narcotráfico; y el hambre y desnutrición, la segunda tasa más alta en Latinoamérica. Estas son viejas plagas que ningún político en los más de 20 años de democracia no ha sido capaz de enfrentar. Como si no fuera suficiente, el futuro no es nada esperanzador. A los guatemaltecos en esta elección presidencial reciente, les ha tocado elegir en segunda vuelta entre un General retirado Otto Pérez Molina, implicado en el genocidio de comunidades indígenas durante la guerra civil, a través del Plan Sofía cuyo objetivo era la eliminación de una supuesta base social de la guerrilla, encarnada en estas comunidades indígenas. Del otro lado el populismo encarnado en Manuel Baldizón con denuncias de vínculos con el narcotráfico y con ofrecimientos como la instauración de la pena de muerte y a cuya campaña la líder indígena Premio Nobel de la Paz Rigoberta Menchu ha tenido el desatino de apoyarlo. Finalmente a lo largo de la millonaria campaña sin precedentes en su historia democrática poco o nada han importado estos señalamientos.
Lo cierto es que de un lado, la izquierda con Daniel Ortega en Nicaragua podrá seguir siendo populista, ofrecer más programas sociales y tener un electorado fiel a costa de ir mermando cada vez más las instituciones frágiles con las que cuenta y me atrevería a decir que hay Daniel para rato. Así como hay para rato una derecha guatemalteca, la más recalcitrante que exista en Latinoamérica, personificada en un ex General acusado de genocidio. Ambos elegidos por el pueblo.
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